viernes, 23 de diciembre de 2011

Quinientas razones

Lo que digo no debe tomarse en forma tajante. Son meras elucubraciones, con el fin de aportar al discurso, y movilizar. Por otra parte, no hay otra cosa que hacer con respecto a estos temas. Todo lo que uno vierta será sólo una opinión. Y, si nos ponemos filosóficos, eso pasa mucho más a menudo de lo que uno corrientemente cree. Aún las afirmaciones científicas se tornan meros enfoques al pasar el tiempo, que pasa a un ritmo cada vez mayor.

El Decreto 500 puede verse como el proyecto estrella, o insignia, de aquel legendario PRONADE, de mítica, hipertiroidea, sempiterna dirección.  Parece haber sido escrito sólo para los ojos de ciertos empleados del Estado. Así, cuando cae en manos indebidas, suena a burla.

En sus prolegómenos, vemos que su razón de ser es la desburocratización. Neologistas, encima. Eso. Eliminar trámites y formulismos en la Administración. Simplificar el funcionamiento administrativo. No contentos con tan rimbombante, grandilocuente objetivo, van mucho más lejos. A vuelta de página afirman positivamente que él, el Decreto 500, agilita (sic) y da flexibilidad al procedimiento, evita trámites y exigencias, ordena, da claridad, elimina caducos controles. Cualquiera que lo lee, se imagina que están hablando de algún otro Estado, en algún otro país. Y, además de la mentira, el autobombo. Me recuerda a los publicistas, que se dicen a sí mismos creativos.
- Vos: ¿qué sos?
- Creativo, ¿y vos?
- Buen mozo, simpático y ganador.

¡Muchacho! Tus bondades, las tiene que cantar otro. Si las cantás vos, queda feo. Digo yo, ¿no?

Y no queda ahí, todavía. Dentro de una larga lista de principios generales, que son casos particulares del servir a los intereses de la comunidad en su conjunto, incluye estas 3 palabras: economía, celeridad y eficacia. ¿Por qué estas afrentas? ¿No les alcanza con escupir en el ojo del ciudadano? ¿Tienen, además, que gritarle en la oreja que lo que están haciendo es, en realidad, ungirlo con aceite y mirra?

La realidad se da de frente contra esta necia acumulación de palabras oficiales. Basta con dar un paseíto por la IMM, o la DGI. A pagar, nomás. A hacer efectivo el depósito por tasa bromatológica, o sacar el ofensivo, mil veces injustificado certificado de al día con impositiva, cuyo inventado costo social estimo en unos milloncitos USD mes. Te pisan, te destratan, abusan de tu paciencia y tu tiempo, y eso a la vez que te están arrancando con violencia una suculenta parte de lo que ganás con esfuerzo, para malgastarla, en su gran mayoría.


Además de hablar para adentro, mirar para abajo, y generar empleos parapúblicos que repartir, este cabashero debió salir un rato de su luminosa oficina, y transportar su humanidad entre los escritorios de las bigotudas. Luego de familiarizarse con el sufrimiento del contribuyente, habría sido mucho más discreto con las loas a su engendro.

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