jueves, 22 de diciembre de 2011

Dos paradojas

Que no se me malinterprete. Estoy por la reducción del gasto público. Incondicionalmente. Pero es claro que el Estado debe existir*. Tiene funciones inalienables. Y, curiosamente, muchas veces son ésas las que desempeña de peor grado. Me parece fantástico que me cobren para pagar policías, maestras, enfermeros y actuarias. No sólo acepto, sino que exijo que se les remunere adecuadamente, para poder, así, exigirles a cara de perro.

Apenas aprobado el presupuesto quinquenal, los sindicatos de los empleados públicos postergados deberían abocarse a su estudio, para identificar el despilfarro. Es algo bastante visible, se sabe, pero debe cuantificarse. Hecha la cuantificación, deben presentarse ante la jerarquía superior, la que resuelve sobre el presupuesto.

Los gremios de empleados del MI, del CODICEN, del MSP y del PJ deberían actuar en conjunto, y con un plan de medio plazo. Deberían intentar incidir en el próximo presupuesto nacional, y no en éste. Deberían refregar el absurdo reinante en la cara de la Presidencia y del Poder Legislativo, de modo de que el próximo presupuesto quinquenal los contemple. Va a ser otro Presidente, y otra Asamblea General, qué duda cabe. Pero el agujero en la piedra va a estar muy avanzado.

Porque, además, el trabajo no se limita a la negociación. La organización de nuestra sociedad permite que se exija. Identificados los excesos, habrá que atacarlos con mecanismos legales. Recursos administrativos contra los sueldos excesivos, los cargos innecesarios, las duplicaciones. Reclamaciones en el TCA, y en el PJ. Todo eso durante 4 años, preparándonos para el próximo presupuesto.

Para esto, los empleados públicos deben olvidarse de las consignas. Ellos y sus dirigentes deben apuntar a sus intereses específicos como grupo. Y un punto delicado: deben ser capaces de ir en contra de otros trabajadores. Deben aceptar que son esos trabajadores los que les sacan el dinero del bolsillo. Hay 250.000 tipos y tipas compitiendo por una plata que debería repartirse entre 100.000 . That is the question.

Y, ¡oh paradoja!, los empleados públicos hoy soterrados deben luchar por que el Estado reduzca su gasto. Primero que haya, y después que me lo den. Pueden estar seguros de que en cuanto haya, tendrán. No porque nadie (alguien) se lo prometa, sino porque la lógica será apabullante. Y tampoco deben pretender un salto estrepitoso de sus remuneraciones, cambiando de lugar con los hoy privilegiados. Deben llegar a una remuneración razonable en el transcurso del siguiente período de gobierno. Por decir algo: duplicar su remuneración promedio en 5 años.

Sí, sí, claro que está brava. Hay que laburar mucho, y esperar 10 años para ver los posibles resultados. La vida es dura. Me parece, igualmente, que es mucho mejor que el inconducente desgaste de las últimas décadas.


* De ninguna manera. Esto es de 2002. Estamos en 2012, y cambié de opinión. Diez años, me llevó. No soy de los más rápidos, pero tengo un cerebro y lo uso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario