jueves, 22 de diciembre de 2011

Pruebo, luego existo

Lo que es evidente para todos, no lo es para un juez. En la justicia se trata de probar, no de decir la verdad. Si podés probar una mentira, ganás; si no podés probar una verdad, perdés. Hasta ahora hemos hablado de verdades a gritos. Hemos abundado sobre situaciones que son conocidas y aceptadas por todos, y que aparecieron en la prensa sin ser desmentidas, y en la boca del Presidente de todos, reiteradamente, y en las páginas www de Presidencia. Partimos de la base de que eso no es suficiente para el señor juez, y que es correcto y comprensible que no lo sea. Nosotros vamos a probar estos extremos ante esa sede.

Otro aspecto particular del ambiente judicial (en sentido amplio) es que no corren los asuntos generales. Para lograr el poderosísimo apoyo del señor juez  tenemos que hablar de algo concreto. No podemos pedir que el juez ordene un cambio de actitud a los que manejan nuestros dineros públicos. Podemos, sí, pedir y conseguir que el señor magistrado confirme y haga efectiva la ilegalidad (inconstitucionalidad incluida) de un cargo, y que consecuentemente ordene su supresión, con el correspondiente ahorro para nosotros los de cuarta.

Vino una vez una señora anglófona que cantó unas cuantas verdades. En el marco de las canciones de la señora de la antípodas otra señora, también economista, propuso en la prensa la supresión de los cargos públicos detentados por una persona en exceso de 1. Léase: si un ciudadano tiene 2 cargos públicos, 1 se suprime. Si tiene 3, 2 se suprimen. Y así. Esto: ¿es general, o es concreto? ¿Podré pedírselo al juez? ¿Me escuchará?

Con esto quiero señalar que no es claro el límite entre lo concreto y lo que no lo es. Debemos esforzarnos por concretar, para hacerle las cosas más fáciles al magistrado, o la magistrada. Pero no debemos olvidar la vía amplia.

2 caminos, entonces. Que no son excluyentes, además. El general, y el particular.

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